Décadas de intensa exploración han permitido descubrir el mayor registro de petroglifos que existe en el mundo, el primer sistema de comunicación no verbal de la historia de la humanidad. Se trata de incisiones ejecutadas en blando. Los grabados de estos petroglifos se realizaron cuando el soporte pétreo permanecía en estado hidroplástico. La mayoría de estos petroglifos permanecen encastrados en las superficies de las estructuras por lo que todo indica que es la obra de una misma civilización.
Hemos establecido tres grandes grupos de petroglifos: figurativos, abstractos, y otro grupo que identificamos con el primer sistema de escritura que conoció la humanidad: el sistema de escritura universal ideográfico de la civilización madre (SEUICM).
Es evidente la similitud de estos signos con otros signos que forman parte de antiguos sistemas de escritura como el signario ibérico o el alfabeto fenicio entre otros muchos. Esto indica que el origen de la escritura reside en la civilización madre.
Cabe destacar la presencia de un signo repetitivo cuya forma esquemática es idéntica a la letra X de nuestro alfabeto, un signo que interpretamos como uno de los símbolos sagrados de civilización madre. Se trata de un símbolo omnipresente en la montaña de Montserrat.
Una escultura de piedra hincada en el suelo como un menhir preside la entrada del santuario. La figura presenta una singular particularidad, desde la vista frontal un corte sagital expone una única mitad de su totalidad. Si reflejamos el hemisferio izquierdo, se revela la todopoderosa imagen de un varón barbado.
Se trata del descubrimiento de la deidad barbada de Montserrat, un descubrimiento arqueológico transformador por todo lo que implica. La evidencia del culto a la imagen de un varón barbado en el X milenio a. C. La representación artística más antigua de la deidad celeste suprema descubierta en el mundo hasta el momento actual. El vestigio arqueológico más objetivo y permanente que existe en Montserrat sobre la visión cosmogónica y cosmológica de la civilización madre. La deidad barbada de Montserrat representa el esplendor cultural que Montserrat vivió bajo la influencia de la civilización madre en el X milenio a. C., un icono sagrado para la eternidad.
Todo suceso en la historia tiene su origen en otro anterior y reproduce otros posteriores. Es así como este modelo original sirvió como ejemplo para ser reproducido en los sucesivos milenios. La deidad barbada de Montserrat es el origen de todos los dioses barbados que surgieron en Europa, África, Asia y América: los dioses fundadores y civilizadores de la Edad Antigua, una misma deidad bajo diferentes nombres. Porque de una forma u otra todas las religiones del mundo son herederas de esta primera religión, la religión de la civilización madre. Por esta razón, este arquetipo iconográfico persiste insertado en la religión cristiana mediante la poderosa imagen de un varón barbado: la plasmación icónica del dios del cielo.
El resultado del estudio astronómico que hemos realizado determina que la escultura de la deidad barbada constituye el elemento principal de un sofisticado marcador astronómico. El corte sagital de la figura simboliza el momento del año en el que el Sol se sitúa justo en la línea del ecuador terrestre. Por lo tanto, no se trata de una figura incompleta o inacabada, sino de una metáfora cósmica: el corte sagital de la figura simboliza el momento de los Equinoccios, cuando el Sol divide la Tierra en dos mitades iguales e imaginarias; cuando el día se divide en dos mitades exactas de luz y de oscuridad en todos los lugares del planeta así como el día que señala la división del año solar en dos mitades iguales de 6 meses. Desde esta perspectiva, la idea de la obra quiere expresar el momento culminante de los equinoccios. El concepto prevalece sobre los aspectos formales de la estética. Se trata de una metáfora cósmica.
La deidad barbada de Montserrat no forma parte de ninguna publicación oficial porque las autoridades culturales competentes han considerado, y siguen considerando, que todo lo que existe en Montserrat es obra de la casualidad de la naturaleza. Pero el tiempo demostrará que el descubrimiento de la deidad barbada de Montserrat es una de las mayores aportaciones a la historia de la arqueología.
Décadas de intensa exploración han permitido descubrir a Eliseo López Benito un imponente legado arqueológico que permanece incomprendido e invisible ante la inocente mirada de la ciencia actual; una civilización fuera del paradigma admitido; una civilización fantasma que no existe para nadie: la civilización madre y su arte incomprendido.
Montserrat es un sueño hecho realidad, la obra cumbre de la civilización madre, el centro sagrado más importante de Europa en el X milenio a. C. Por lo que ningún lugar en el mundo puede representar el esplendor y la decadencia de la humanidad como la montaña de Montserrat.
Se trata del descubrimiento de un gran conjunto arquitectónico integrado por más de 100 templos de estilo ciclópeo, la mayor concentración de templos prehistóricos de toda la Europa continental. Todo un mundo de estructuras artificiales que permanecen invisibles ante la ceguera de la arqueología contemporánea.
Esta civilización fue capaz de modificar la superficie terrestre a gran escala mediante una tecnología tan elevada como desconocida. Se trata del fenómeno de las modificaciones artificiales del paisaje, un arte monumental que se rige bajo un aspecto de visualidad de estética orgánica, donde la arquitectura es al entorno como el entorno es a la arquitectura. La civilización moderna ha heredado un mundo de estructuras artificiales que fueron erigidas en el X milenio a. C. La profusión de estos vestigios en el paisaje es incuantificable.
La ciencia actual ha confundido los vestigios arqueológicos de una antigua civilización por estructuras geológicas de origen natural. Razón por la cual, ninguna autoridad competente estará dispuesta a admitir públicamente un error de tal magnitud por todo lo que implica: reescribir de nuevo toda la historia de la humanidad y también los principios de la geología histórica.
Archivo fotográfico del descubrimiento. Montserrat (Barcelona)