Se trata de una geografía sagrada, un centro neurálgico destinado a la liturgia y el ritual, donde las personas podían satisfacer un sistema compartido de creencias a través de un recorrido de carácter iniciático. El propósito de esta experiencia iniciática era la realización espiritual. Este sistema compartido de creencias representa la primera religión que conoció la humanidad.
Estas superficies rituales se hallan en todo el mundo, superficies rituales donde aparecen los mismos elementos litúrgicos: altares, cazoletas y piletas; elementos litúrgicos que la ciencia de la arqueología ha confundido por simples rocas erosionadas.
El altar es una estructura consagrada al culto religioso, sobre la cual se realizaban ofrendas o sacrificios. El ritual de libación consistía en derramar una bebida o un liquido sobre el altar, un acto de ofrenda a los dioses.
En la etimología de las palabras permanece encerrado el significado de su verdadero origen: altar se traduce como altura o elevación, y liturgia se traduce como piedra. Por esta razón, los altares de la civilización madre se hallan localizados sobre elevaciones y fueron elaborados con piedra. Por lo tanto, éstos son los primeros altares que conoció la humanidad, la primera liturgia sobre una roca considerada sagrada, el origen de la religión.